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Presentación de Ignacio Gómez de Liaño
Inauguración de la exposición Visiones en Casiún de Guadalupe Luceño.
Centro Cultural Árabe-Sirio de Madrid, 18 de septiembre de 2006.(Texto no escrito. Transcripción)
Sr. Embajador, Sr. Director, Guadalupe, Luis, señoras y señores.
Bueno, la verdad, es que la razón de mi presencia aquí se debe a una rara confluencia. Hace unos años recibí una carta en la Universidad de Guadalupe, en la que me venía a decir que la fase artística en la que se encontraba, donde estaba desarrollando unas estructuras de tipo mandálico, o diagramático, —como estas que vemos a este lado de aquí— de alguna forma se habían inspirado en unos libros míos que había publicado en el ‘98 —El círculo de la sabiduría— y que habían sido el fruto de una investigación larguísima en torno a un tema que ahora mismo, aunque sea de una forma muy sumaria, expondré ante ustedes, puesto que es la base —desde el punto de vista ideológico— de las composiciones que nos rodean. Y, además, es que esa investigación que, como digo, encontró ese eco pictórico tan afortunado —y por otro lado tan libre, tan espontáneo— en Guadalupe Luceño también nos dirige a Siria. De hecho yo realicé dos viajes a Siria con vistas a profundizar en esta investigación. Porque esta investigación —conviene quizá que lo diga, porque de lo contrario no se entiende muy bien de qué estamos hablando— tiene que ver con el uso de los diagramas, de las estructuras geométricas, sobre todo las inspiradas en las composiciones zodiacales, en los diagramas cosmológicos zodiacales, pues bien, la utilización de ese tipo de diagramas para potenciar la memoria, para organizar el pensamiento, incluso como itinerario de la vida. De hecho, esta visión viene desde el arte clásica de la memoria, inventada en el siglo V a. C. por un poeta griego, maestro de los sofistas, Simónides de Ceos, que descubrió la capacidad que tienen los lugares para suscitar recuerdos. Cosa que la investigación contemporánea ha confirmado, puesto que, si recordamos, es en el hipocampo —una pequeña zona en el centro del cerebro— donde se procesa todo lo que tiene que ver con los lugares. Pues bien, si se daña esa zona del hipocampo, que es la encargada de almacenar lugares, se daña la memoria. La primera regla es ésa: para recordar mejor hay que organizar un sistema de lugares y hay que colocar en cada uno de esos lugares unas imágenes que también tienen que responder a ciertas reglas, como que sean llamativas para que se fijen mejor en la memoria.
Pues bien, en el s. I a. C. hubo un sabio griego que estaba al servicio del Rey Mitrídates VI del Ponto, cuyo imperio era enemigo de Roma y que se opuso nada menos que a Pompeyo. Mitrídates conocía treinta y tantas lenguas, lenguas que se hablaban en su imperio que llegaba hasta la zona de Turquía, hasta el Cáucaso y Armenia, y, o bien directamente, o a través de su yerno Tigranes, llegaba hasta Siria. Pues bien, este Mitrídates tenía un consejero, que era su padre adoptivo, su tutor, llamado Metrodoro de Escepsis —Escepsis es una ciudad que se encuentra cerca de Estambul, en la actual Turquía— y que decidió hacer una revolución en el arte de la memoria y, en vez de utilizar lugares como casas, decidió inspirarse en los diagramas del zodíaco. Es decir, en los doce lugares fundamentales del zodíaco con sus correspondientes divisiones matemáticas de 360 grados. Pues bien, este tipo de diagrama ha tenido una historia muy larga. A mí me corresponde, si me permiten ustedes esta manifestación de inmodestia —pero es que de lo contrario no haría honor a la verdad—, haber reconstruido el curso histórico posterior a Metrodoro que tuvieron estos diagramas, que fue en grupos gnósticos, es decir, en grupos que surgieron en torno a Antioquía, Damasco y Alejandría, y Samaria, es decir, en esa zona. Y estos grupos surgieron al mismo tiempo que el cristianismo, pero adoptaron en su seno ciertas figuras míticas que el cristianismo no adoptó, como, por ejemplo, la de Sofía, Sofía Prounico, que también ha citado Guadalupe, y también dio un tinte al cristianismo muy dualista, puesto que junto con el Dios Padre concebía al Dios Creador, que era malo o ignorante... En fin, sobre todo tenía un componente astronómico-zodiacal, astrológico importante.
Afortunadamente, en los últimos cuarenta años se han hecho descubrimientos de tipo arqueológico, papirológico —mejor dicho, codicológico, porque son códices muy importantes—, sobre todo en Egipto, en la zona de Nag Hammadi, la famosa biblioteca de Nag Hammadi, cerca del antiguo monasterio pacomiano de Chenoboskion. Bueno, pues allí se ha descubierto el códice del s. IV que me permitió, junto con otros documentos, la reconstrucción, tanto del diagrama barbelognóstico —setiano-barbelognóstico, que sería de principios del s. II de la era cristiana—, el valentiniano de mediados del s. II también y otros no completamente, puesto que no hay suficiente documentación. Pero es que estos diagramas que ya, como ven, hacen una utilización de principios mnemotécnicos de tipo espiritual, efectúan una aplicación espiritual —un poco como el via crucis, como las moradas de Santa Teresa— que, por otro lado, se encuentra en el sufismo posteriormente y en la cábala también. Pues bien, todas estas invenciones espiritualistas —pero que tenían ese componente plástico o geométrico, sobre todo— serán adoptadas por el maniqueísmo. También a mí me tocó la suerte, el honor o el fruto del trabajo de poder reconstruir los dos diagramas del maniqueísmo. Esto fue el contenido del primer volumen de El círculo de la sabiduría de las 600 páginas de gran formato de ese libro, pero todavía hubo un segundo volumen de quinientas y pico páginas, en el que demuestro cómo lo que hay de fondo en los mandalas budistas tántricos —que es de todos estos artefactos espirituales lo que ha llegado al día de hoy, a través de la India, del Tíbet y de China— procede de ahí, por supuesto ya con una pátina budista. Pues yo esto a veces lo he comparado con una nevera: una nevera es un artefacto que puede contener cosas diversas. Es decir, no necesariamente tiene que contener la ideología gnóstica, o la maniquea, o la budista.
Por lo tanto, ya queda claro en qué han consistido estas investigaciones que impresionaron y llegaron a confluir en Guadalupe. A mí confieso que me hizo mucha ilusión que una pintora —que por la obra suya que pude ver tenía tanta frescura y, por otro lado, conectaba también con Siria— asumiera todo este ideario. Debo añadir que hace diez años yo estuve en Siria para visitar los precedentes; o en el Líbano también, como por ejemplo en Balbek —esos techos con esas estructuras geométricas que hay en uno de los templos de Balbek—; o los mosaicos geométricos maravillosos que hay en los museos sirios: en Damasco, Apamea, en fin, en todos esos sitios donde hay ciertos precedentes. Y sobre todo es esta zona donde surgieron este tipo, digamos, de artefactos. Quiero decir que los viajes por Siria para mí fueron sumamente enriquecedores. Yo me siento muy en deuda con las raíces grecorromanas que se manifiestan de forma tan impresionante en Siria, con las raíces cristianas que asimismo son tan manifiestas en Siria... En Siria todavía subsisten grupos que podríamos llamar protocristianos. Incluso, dicho sea de paso, tuve la suerte de que cuando llegué a Siria el Embajador Español —desgraciadamente ya fallecido, D. Gil Armangué— como se enteró de estos intereses míos, que no son muy habituales, me dijo, pues hombre, mira, a mí me han invitado a una recepción del patriarca de Antioquía y Damasco, que celebra un aniversario —y, de hecho, al día siguiente fue recibido por el Presidente de la República; apareció en toda la prensa— y allí podrás conocer a cantidad de representantes de iglesias que hay en Siria. Siria no sólo es un museo de ruinas vivísimas, sino también es un museo vivísimo de espiritualidad. Incluso la lengua aramea que todavía se usa en los ritos caldeos, como se los llama, o siriacos, se sigue empleando.
Es decir, que también este componente sirio hizo que me interesase más la obra de Guadalupe. También tengo que decir que había otra razón. Y es que Guadalupe se encuentra —a parte digamos de esta genealogía particular que nos une— en medio de una corriente, también genealogía digamos más amplia de la historia del arte, que es la de la reivindicación del estructuralismo geométrico del arte del s. XX. Hay dos polos fundamentales en la historia del arte que vienen desde la más remota antigüedad: uno, el más conocido en Occidente, es el arte figurativo que pretende reproducir la realidad fenoménica de la manera más ilusionista posible. De manera que uno ante Las Meninas cree estar en la estancia del Alcázar con el propio pintor, la infanta, los reyes reflejados en el espejo, etc. Ya en los bisontes de Altamira se observa esta tendencia. Pero, hay otra tendencia, otro polo, en el que el interés del artista es jugar con las estructuras geométricas. Y por primera vez aparece este arte, precisamente, desarrollado en la zona sirio-fenicia. Si ustedes van a los grandes museos arqueológicos, incluidos los de Siria, pero también el Louvre o el Metropolitan, verán toda una serie de orfebrería, de cuencos, espejos de la zona sirio-fenicia adornados con estructuras geométricas y también con algunas representaciones de animales, generalmente relacionado con diagramas de tipo astrológico. Pues bien, ese arte que surge hacia el s. X a. C. en la zona sirio-fenicia influirá en el arte de la cerámica griega. Después el arte clásico dará preferencia a la representación figurativa del ser humano, de lo que significa, del paisaje, etc. Pero también en mosaicos aparecerán cantidad de estructuras. Y a mí me gustó mucho ver en Damasco, no sólo en la Gran Mezquita, cómo de pronto, en el patio de la mezquita, tenemos unos maravillosos mosaicos de arte genuinamente grecorromano. Pero en otros edificios hay arabescos, lacerías de la época omeya, en los que se ve justamente el paso de la pintura geométrica romana —que se encuentra sobre todo en mosaicos, especialmente en esa zona— y ya lo que llamamos arabescos, de los que en España podemos ver representaciones magníficas en la mezquita de Córdoba o en toda la Alhambra de Granada. Es decir, que en ese sentido Siria, y Damasco en particular, es un puente entre esta genealogía del arte geométrico.
El arte geométrico al que me estoy refiriendo, aunque tiene estos precedentes, se cultivó siempre en el mundo occidental, en Europa, pero evidentemente más para aquellas manifestaciones ornamentales. Sólo a partir de los años 15/20 del s. XX con grupos como los suprematistas, neoplasticistas, etc. una serie de artistas se desentienden de la reproducción de la realidad fenoménica y deciden jugar con las estructuras puramente geométricas. Para ellos la realidad de la pintura no es que reproduzca la realidad, sino las propias composiciones geométricas. O sea, la realidad está en la propia pintura, no en lo que representa. Yo he estado muy vinculado a esa corriente del arte en los años 60, con artistas como Oteiza, Palazuelo, Elena Asíns, Eusebio Sempere, Lugán, en fin, estoy nombrando algunos de los nombres más relevantes del arte geométrico español de los años 50 y 60. Entonces, me hizo mucha ilusión ver cómo Guadalupe, estando dentro de esa corriente general de la estética contemporánea, se había interesado en asumir como propio esta cuestión que podríamos llamar más espiritual, la utilización de estas estructuras no por el mero juego esteticista de la buena impresión, de lo ornamental o decorativo, sino como representación del proceso de su propia formación espiritual. Yo eso no lo había visto en otros artistas geométricos, en los cuales quizás ese elemento puramente mecanicista, tecnológico, el elemento puramente esteticista o la ruptura vanguardista era lo que predominaba. Mientras que en el caso de Guadalupe Luceño realmente veía este otro lado que a mí me interesaba especialmente en mis estudios históricos de las ideas. Y yo creo que esto se puede ver, sobre todo, a través de sus propias manifestaciones. Ya el cómo utilizas espiritualmente todos estos diagramas, estos mandalas, yo ya no me atrevería, por supuesto, a decirlo. No sé si la propia artista querrá revelar esos secretos que, generalmente, se guardan celosamente, puesto que forman parte, por así decirlo, de su vida íntima. Es lo que el artista, en definitiva, suele exponer. Su vida íntima la hace de pronto pública. Por eso, para mí confieso que ha sido muy grato tener esta oportunidad de encontrarme aquí —por primera vez, además—, en este grato salón.
No puedo hablar tanto del poeta Luis Luna, porque conozco menos su obra, pero sí es verdad que leyendo las tres partes de las que se compone su Suite Siria —por cierto, enhorabuena, Luis—, sí he visto —me he apuntado algunas estrofas— el intento, y me parece que muy logrado, de reflejar su visión de esta pintura. Por ejemplo, la primera de “Zoco” dice: Traza / líneas en el aire. / Estudia la arquitectura / de su soledad. Creo que es un buen reflejo poético. O también: De repente la luz / narra una historia / en forma geométrica. / En múltiples fragmentos / dispone su armonía. Y las ocho últimas, aunque sea él más bien el que se tiene que encargar de leerse... pero éstas las he escogido porque creo que tienen una especial relevancia con respecto a la obra de Guadalupe Luceño. Dice: Traza / sobre la arena / palabras / para que sólo el viento / las pronuncie. / Dicen que el agua / fluye bajo el desierto. / Como yo mismo / debajo de mí mismo.
Muchas gracias.
© Ignacio Gómez de Liaño
(Reproducido con permiso del autor)